¿Cómo puede ser posible que Enzo Pérez, mendocino, 277 partidos en River (uno como arquero y desgarrado), seis goles y diez títulos, no sea titular en un equipo desangelado, carente de líderes y en busca de sentido? ¿Qué le pasó? ¿Sigue lesionado? ¿Se peleó con el técnico?
Spoiler alert: aunque la llamativa falta de participación del capitán haya generado altos niveles de morbo, los argumentos de su ausencia están lejos de relacionarse con las especulaciones que se cultivaron en las redes -aunque cueste entender, por más válidas que sean esas razones, que no haya jugado ante Boca o que incluso falte ante Vélez cuando los relevos siguen sin estar a su escala.
Enzo no se distanció de Marcelo Gallardo: sigue siendo uno de sus soldados. Incluso durante estas semanas sin actividad oficial ejerció su rol de capitán arengando y motivando a sus compañeros, y hasta tomando el micrófono en la previa de partido ante Gimnasia para machacar que la clasificación a la Libertadores era una obligación.
Según pudo confirmar Olé con varias fuentes, Pérez tampoco se ha visto afectado por el conflicto personal que mantiene con su ex representante: si bien la ruptura de relaciones con Juan Pablo Rossi tomó estado público hace pocos días, la problemática data de hace al menos cuatro meses. ¿Y entonces? ¿Por qué no juega?
Enzo perdió el puesto antes de la revancha de los cuartos de la Libertadores ante Palmeiras: fue el propio deté el que se lo dijo cara a cara, respetándole su rango de capitán. Pero está claro que el contexto de River cambió radicalmente desde aquella decisión: tras aquella eliminación se espiralizó la crisis deportiva y las alternativas a Pérez no dieron la talla. Un Juan Carlos Portillo sin aplomo y un Kevin Castaño errático y carente de todo criterio hicieron sentir todavía más la ausencia del capitán. Ausencia que no se debió, sin embargo, a aquella evaluación inicial del entrenador.
Una herida made in San Pablo
La recuperación del corte que sufrió en el muslo izquierdo durante el 1-3 en San Pablo (le aplicaron siete puntos de sutura) terminaría impactando mucho más que lo esperado en aquella derrota en el Allianz Parque. Frente a una lastimadura tan profunda -y en una zona tan incómoda- Enzo quedó privado de hacer incluso trabajos aeróbicos sencillos: al trotar o hasta pedalear en la bicicleta del gimnasio corría el riesgo de que se le abriera la herida.
Un freno abrupto que se prolongó durante dos semanas. Y que obligó a un futbolista que está pisando los 40 a considerar que era necesario una puesta a punto física: se lo planteó al CT y hubo luz verde de Gallardo.
Ya de alta clínicamente, Pérez inició un programa de reacondicionamiento de diez días en la primera semana de octubre, trabajando con un plan especial en el Camp. A esa altura, el capitán ya se había perdido la derrota ante Riestra (1-2), el triunfo ante Racing por la Copa Argentina (1-0) y el traspié ante Central (1-2).
Nivelarse le demandó también estar afuera frente a Sarmiento (0-1) y Talleres (2-0). Y fue estricto: quería estar pleno. Tanto es así que al ser consultado sobre si estaba para salir a la cancha ante los juninenses, prefirió esperar para llegar a tope a la semifinal de la CA frente a Independiente Rivadavia.
Sin embargo, Gallardo insistió con Portillo en el Kempes al no verlo a la altura. Y Pérez, a un mes exacto de su lesión, fue al banco: el desarrollo no dejó huecos para su ingreso. Tampoco sumó minutos diez días más tarde, ante Gimnasia y en un Monumental volcánico. Allí, en la consideración del entrenador el escenario otra vez no hizo match con la posibilidad de darle minutos y, así, se perdió de jugar la que pudo haber sido su última vez en el Liberti (su contrato vence a fin de año y en Estudiantes se ilusionan con tenerlo otra vez).
Pero, aun con argumentos, cuesta comprender que el Muñeco haya preferido privar a Pérez de jugar su potencial último superclásico ante Boca por el peso simbólico que tiene para su equipo. Si bien es probable que Gallardo haya preferido no exponerlo parándolo como único pivote después de 45 días sin fútbol -y que por eso haya elegido una vez más a Portillo-, dado el nivel que mostró el equipo hubiera ameritado una reconsideración. Porque urgió (urge) un líder que guíe a River dentro de la cancha. Que contagie temperamento.
Por eso contra Vélez, sin margen, se abre la chance de un regreso que en Núñez tanto están esperando.




