Desde hace más de dos décadas, el nombre de Cholo Martirena es sinónimo de compromiso, entrega y profesionalismo. Hoy tiene las valijas armadas para sumar una nueva camiseta a su armario, ya que jugará el Prefederal correntino para San Lorenzo de Monte Caseros. Y en esta última temporada de La Liga Federal, vistiendo los colores de Deportivo Roca, volvió a dejar en claro por qué es uno de los referentes más respetados del básquet nacional.
El equipo rionegrino cerró la fase regular en el séptimo lugar de la Sur A con récord de 4-10. Sin embargo, dio el golpe en playoffs eliminando a Independiente de Neuquén. La historia se cerró ante Regina, pero para Martirena fue una experiencia enriquecedora desde lo deportivo y humano. “Cada vez que empieza una temporada pienso muchísimo dónde ir, porque la siento una responsabilidad muy grande y guardo un cariño especial por todos mis equipos. Haber llegado esta temporada a un histórico que intenta volver a los primeros planos fue un desafío enorme. Tanto Enrique Epifanio como todo el grupo de trabajo de Roca nos hicieron sentir muy cómodos a mí, mi novia Cami y mi hijo Renato”, comparte.
En la cancha, fue un pilar. En el vestuario, una guía para los jóvenes. “Juego con chicos que podrían ser mis hijos –bromea-, pero me siento vigente y útil al equipo. Y además de conectar muy bien por mi forma de ser, intento también aconsejarlos como lo hicieron conmigo”. La historia del juninense se remonta a San Martín de su ciudad natal, donde inició sin siquiera imaginarlo. “Jamás pensé que podía ser profesional. La insistencia de César Merlo, las tardes de fundamentos con Pepe Moreno, los retos de Papón Freston y Matías Huarte, lo que me enseñó Mario Caporaletti… todos fueron claves. Compartí con amigos con los que hasta hoy tengo contacto, me educaron con valores que sigo sosteniendo, y les estaré eternamente agradecido”.
“Siempre me vi como una esponja”, cuenta. “Me crucé con la gente correcta, que me transmitió muchos conocimientos, como Aldo Yódice o Santiago Dubois. Hace poco comimos un asado en Junín, y por momentos me quedaba mirando a esta gente pensando en todo lo que me han ayudado sin saberlo. Yo no sabía jugar de frente, ni hablar de tirar un triple, pero incorporé herramientas para no volverme predecible y seguir estando vigente”.
La grandísima carrera de Héctor Martirena en el básquet
A lo largo de su carrera, pasó por casi 20 equipos. Jugó en Bolivia y Perú, disfrutó una gira por China con un combinado nacional, y vivió cuatro ascensos: con San Martín de Junín, Ciudad de Bragado, Racing y San Lorenzo, ambos de Chivilcoy. “En Lima jugué para el equipo del Ejército, tengo millones de anécdotas. Al día de hoy sigo recibiendo saludos de compañeros y del coronel Sánchez, jefe de aquel equipo y un gran amigo. El viaje a China no lo puedo dejar afuera. Cantar el himno a miles de kilómetros de casa, ser capitán elegido por mis compañeros… fue un gran regalo y un mimo al alma”.
También hubo algunos momentos complicados, incluso en el presente: “Muchas veces cometo el error de pensar que ya está todo aprendido, pero esta temporada me puso en mi lugar, porque nunca tuve un arranque tan malo como el que viví en Roca. Se me hizo difícil, pero el grupo, cuerpo técnico y dirigentes me ayudaron muchísimo. Terminamos sorprendiendo en playoffs, y eso también habla del carácter del equipo”.
Pero el Cholo rescata la suerte de una trayectoria con más buenas que malas: “Una de las pocas situaciones duras fue en Ferro, cuando no podía ver tan seguido a mi hijo Bruno en sus primeros años de vida”. Y recuerda con emoción su paso por Estudiantes de Olavarría: “Me marcó, el club y su gente son hermosos”. También habla de Racing de Chivilcoy: “Fuimos récord con 37 victorias consecutivas y no se le dio la trascendencia que merecía”. Y hace lo propio con River Plate: “Conocí amigos que me llevo para siempre, como Pola Bajz, Sebas Cantiani y Andy Blanco”.
A sus actuales 43 años, no se pone fecha de retiro. “Mi desafío es estar en un equipo protagonista. Me encanta medirme todo el tiempo con chicos más jóvenes, es mi gran incentivo. Tengo un deseo que me sigue movilizando: ascender una vez más. Es por lo que me levanto todos los días a entrenar”. De hecho, la próxima semana Cholo pondrá primera en una nueva pista: “Me voy a jugar a San Lorenzo de Monte Caseros, en Corrientes, desbloqueando una provincia en la que nunca había jugado”.
Martirena también proyecta su futuro. “Cuando ascienda, no juego más -se ríe-. Sería un broche increíble. Ya estoy instalado en Chivilcoy, hacemos campus con Diego D’Ambrosio, y me gusta mucho. Siempre dije que seguiría ligado al básquet, quizás no dirigiendo, pero sí desde la logística y planificación”. Aunque no llegó a recibirse, cursó Educación Física y rescata esa formación. “Me arrepiento de no haber terminado. Es lo primero que aconsejo, que estudien. Hoy, con la virtualidad, es más accesible. Es muy importante para desarrollarse después del deporte”.
En cada etapa, la familia fue un motor. “Bruno, Renato y Cami son mis motores. Brunito vive con su mamá en el sur, pero juega allá y me encanta verlo cada vez que puedo. Mi papá es otro pilar fundamental, mi fan número uno. Siempre está pendiente de todo lo que me pasa”. Y si pudiera hablarle al Héctor de 17 años, aquel que nunca imaginó poder vivir de su pasión, le diría: “Abrazá cada momento porque, aunque este viaje lleve más de 24 años, pasa rápido. Nunca dejes de perfeccionarte y añadir herramientas a tu juego. Disfrutá mucho el saltar, más adelante lo vas a extrañar, jaja… Valorá y divertite cuando te toque ir al Juego de las Estrellas, y por sobre todas las cosas sé feliz”.