La procesión de Franco Colapinto por haber quedado fuera de la qualy en la Q1 iba por dentro, pero no era tan profunda como la alegría que, especialmente, se potencia porque es compartida en el lugar con Andrea, la madre, y Martina, la hermana del responsable de que los fanáticos argentinos tengan que renovar el abono del cable o el streaming por un año más.
Al más tuerca se le escapará un lagrimón de aceite, ya que desde el Lole Reutemann la Argentina no contaba con un piloto que enhebrara al menos tres temporadas en la Fórmula 1, aunque es verdad que este bonaerense de 22 años y ojos verdes cuenta en partes las dos que lleva.
Desde su debut en Alpine, la 7ª en Miami, hasta antes de esta 21ª en San Pablo, el argentino cortó clavos, pero no de los neumáticos, sino los virtuales que pinchan las esperanzas y el futuro. Hasta que este viernes le dieron la camiseta titular -como la que vistió al llegar al autódromo, la de la Selección- para manejar todos los Grandes Premios el año que viene; sin plazos, sin cantidad de vueltas. Así, sin vencimiento en el envase, se encaran de otra maneras las pistas.
Se lo merece el joven talento que llego a la Máxima desde las Inferiores (F3 y F2). Él se ganó su lugar, sobre todo desde Países Bajos, cuando su propio jefe le tiró con fuego amigo al dudar -verbalmente, para meterle presión, se supone- de su valía, y Colapinto reaccionó con valentía y algunos mejores tiempos que su compañero Pierre Gasly, al que hasta superó sin permiso. Quizá eso también lo haya ayudado a permanecer en el cargo, pese al tirón de orejas.
Más, y ya para que explique un sociólogo: sin tener un auto competitivo ni haber entrado en puntos este año, sigue manteniendo en vilo a los hinchas argentinos, que en decenas de miles llegaron a Brasil para confirmar el sello de fenómeno popular de su admirado. De alguien que no necesita frases estridentes o ganar una carrera para generar pasión en los hinchas.
Así, Colapinto ya no corta clavos y sigue en el lugar donde todos los pilotos quieren estar pero solo 20 acceden. Bien ganado lo tiene.



