Boca-River, que la pasión no tape la decepción

Los hinchas argentinos desbordaron de pasión el Mundial de Clubes. Se hicieron sentir, entregaron un espectáculo extra y se llevaron las miradas del planeta. Mientras el mundo Bover se pelea por saber quién llevó más gente y quedarse con ese título invisible, pero tan importante para los fanas, hay un tema que subyace, que queda maquillado detrás de si River juntó a 40.000 en Seattle y Boca a casi 50.000 en Miami. Y es la decepción futbolística que dejaron los dos más grandes del país en Estados Unidos.

Desde acá se celebra la movilización increíble de ambas hinchadas, pero no hay que sacar el foco del juego. Los dos quedaron más que en deuda. River, que partía como favorito para clasificar en su grupo, se quedó a mitad de camino, no pudo con Monterrey e hizo las valijas demasiado rápido. Boca, con una zona más compleja, venía haciendo un Mundial digno, hasta que todo terminó en el papelón ante el Auckland.

Mientras los cuatro brasileños están en octavos, los dos argentinos están pegando la vuelta. Y, por más que el torneo de 30 es menos competitivo que el Brasileirao de 20 equipos, ahí no está la razón por la que Boca y River mirarán el resto del torneo por TV. No es que Millonarios y Xeneizes desfilan en nuestro fútbol y que la falta de competencia de calidad les generó un teórico problema. Ambos (cada uno con sus particularidades) vienen tomando malas decisiones y eso queda claro en que hace rato que no coronan ni a nivel local ni a nivel internacional.

Y tampoco es una cuestión de dinero. Boca y River gastaron una millonada para este Mundial. Rompieron el chanchito, tienen presupuestos similares a los otros pesados del continente y hasta cercanos a los europeos clase B. El problema es saber administrar esos recursos, encontrar la forma precisa de armar un equipo y no quedarse detrás de cuestiones culturales o de medidas para la tribuna.

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